jueves, 21 de julio de 2011

El Borracho Antón

El sin par borracho Antón
cayendo de un tropezón
gritó con todo su aliento
¿Quién se cayó?
y en el fondo de un convento
el eco le contestó:
- Yoooo -

Mientes pícaro, yo fuí
y si el casco me rompí
¡tendré que llevar pelucas!
- Lucasss -

Me conoces tú tunante?
pues aguárdate un instante
¡y probarás mi navaja!
- Bajaaa -

Bajaré con sumo gusto
y si crees que me asusto
al contrario,¡ más me exalto!
- Altooo -

¿Y se atreve el insolente
mandar callar a un valiente?
¡ te callo yo miserable !
- Hableee -

Pues hablaré durante el día
hasta que mi lengua impía
¡tu agudo acento taladre!
- Ladreee -

¿Cual perro ladrar me mandas?
¿quién eres? ¿donde te encuentras?
¡ que de no verte, me aburro !
- Burrooo -

Así, al fin de tanto vocear
al fin Antón se durmió,
y el eco también cesó
¡ cansado de remedar !

martes, 12 de julio de 2011

PIERROT ANTE DIOS. Augusto Ruz Espadas

El alma de Pierrot, el buen payaso
que aprendiera a llorar a carcajadas,
voló en alas de un céligo pegaso
y ascendió a las alturas ignoradas.
Dejó atrás las regiones del ozono,
cruzò entre millonadas de centellas,
y de improviso se encontró ante el trono
del pálido señor de las estrellas.

Y ante aquella deidad omnipotente
que forjara los soles de la nada,
la viajera, hasta entonces inconciente,
despertó, de su sueño, deslumbrada.
Y se abatiò a sus pies, cual albo lirio…
y aquél en cuya mano esta el descanso
de las almas que sufren el martirio,
preguntò arrullador, como un remanso…

¿Quièn eres que ante mí llegas sin calma?
¿qué secreto pesar en tí se encierra?
Señor -fue la respuesta- soy el alma
de Pierrot, un payaso de la tierra.
Ignoro como vos a qué he venido,
mas puesto que aquí estoy, tened clemencia
en gracia de lo mucho que he sufrido.

¿Sabéd quién fue Pierrot?
el sin fortuna Hijo de Boulevard,
¡nunca supo quién fue la mujer!
La Madre impura que lo dotó
de una existencia trunca.
Su niñez, fue un poema de amargura
Y el hambre le clavó sus cien puñales.
Después fue trocado, en payaso,
de lugar en lugar, de feria en feria,
sin encontrar el mísero a su paso
otra cosa, que cosas de laceria.

Cierta vez, se encontró con Colombina,
no os extrañe que al sólo verla
se rindiese a su gracia peregrina.
¡quién al verla Señor, podría olvidarla!
Y ella al parecer también lo amaba,
pero en el fondo de su Ser ardía
una fiebre de lujos que abrazaba
y una sed de riquezas, que abatía.

Y el pobre de Pierrot, más pobre que antes
trocar quiso en sus locos frenesíes,
el llanto de sus ojos en diamantes
y la sangre de sus venas ¡ en rubíes!
Para ofrendar a su pasión sombría,
Pero ya entenderéis, era locura,
Y la traición que con razón temía
Trocó pronto su dicha, en desventura.

Una tarde en que el payaso deleitaba
Con su mímica, a un público elegante,
Oyó que alguien le susurraba
-Colombina está en manos de otro amante-
Aquella acusación, aunque esperada,
trastornó de tal forma al desgraciado
que lanzando una horrible carcajada
huyó despavorido del tablado.
Y en tanto que la gente lo aplaudía
y otra vez a escena lo llamaba,
el payaso corría, corría,
en pos de la mujer que lo ultrajaba.

La encontró en un jardín, su cuerpo hermoso
como una rosa de gentil fragancia
se estremecía ardiente y voluptuoso
entre los brazos del Delfín de Francia.
El payaso era bueno, nunca en su alma
el cimiento del crimen halló abono,
pero ante la traición huyó la calma,
ante la impunidad ardió el encono.
Conoció lo incurable de su herida,
comprendió que su sueño fue humo vano
y se jugó sin vacilar la vida
abofeteando el rostro del tirano.

Después vino la guardia, fue apresado
y llevado más tarde ante un jurado
los jueces sin piedad lo condenaron
a expiar en la horca su pecado.
Y una mañana rubia en que las aves
rimaban en sus nidos sus ternuras
y las campanas repicaban suaves;
y Colombina la mujer perjura
rendía a los anhelos de su amante
su carne de traición y de pecado;
Pierrot, el payaso de corazón gigante
Sucumbía en la horca, deshonrado.

Desdichado juglar ¡tanto la amaba!
Que al sentir que la cuerda torturante
a su desnudo cuello se enroscaba
se durmió con el recuerdo de su amante.

He aquí la triste historia de mi vida
¿no os parece mejor que un cuento de hadas?
exclamó el alma triste y conmovida
y lloró como en el mundo, ¡a carcajadas!

Entonces el Señor con voz tan suave
que más bien parecía una caricia
Pierrot – le dijo – te daré cabal justicia
tendrás por trono la esplendente luna
será tu reino mi mejor estrella,
te daré por esclava a la fortuna
y por esposa a mi vestal más bella.
En tanto la blonda Colombina
la amante pecadora y caprichosa,
la Cocot de belleza peregrina;
arrastrará por el mundo su locura
y en fiestas y en reuniones
se le verá ofrendar su carne impura
por un áureo puñado de doblones.

Señor - exclamó el alma admirable-
perdone que os haga este alto ruego;
yo se que Colombina es muy culpable,
se que desdeña mi pasión de fuego;
más, si teneis piedad de mis torturas
si os conmueve el amor que aquí se encierra
ordenadme que abandone las alturas
y que viva como antes en la Tierra;
para que como un esclavo infortunado
bese hasta el polvo que su planta huella,
pues prefiero el martirio a su lado
que los goces del Cielo lejos de ella.

El pálido Señor de las estrellas
que centurias atrás bajó a la Tierra
a grabar sus amorosas huellas
en el monte, en el valle y en la sierra;
lo envolvió en el fulgor de su mirada
y respondió grave a sus querellas;
pues ¿prefieres al goce sin tu amada
el sufrimiento eterno cerca de ella?
Pues ¿ deseas de nuevo ser gusano
Para arrastrarte vil ante su orgullo?

¡Ve a la Tierra otra vez Pierrot hermano
Y vive eternamente, esclavo suyo!

Desde entonces el Clown inimitable
el trágico cantor de las sandades,
huésped de este mundo miserable
se le ve a través de las edades
de lugar en lugar, de feria en feria,
en pos de su blonda Colombina
para cantarle el cantar de su miseria
¡al compás de su vieja mandolina!

A Fernando Celada y Manuel Acuña por Efrén Romero Acuña

Fernando y Manuel, La amaban tanto,
que la vida dieron por ella...
Que extraña mujer, la que da y quita
que te besa con labios tan ardientes
o que después sin esperar te brinda
el frío y último beso, ¡el de la muerte!
Que extraña mujer, la que te excita
para después dejarte abandonado,
ella ríe, canta, llora, se queja,reclama…
¡Es la noche y es el día!
¡Es amor apasionado!..
cuando alguien les pregunte ¿cómo se llama?
Sin titubear digan su nombre ¡La poesía¡

Agradezco esta preciosa colaboración,enviada por Efren Romero Acuña. Espero haberla escrito bien.
Miguel Espinosa- Península de los versos-