sábado, 20 de marzo de 2010

Como hermana y hermano. Biografía. Enrique Gonzalez Martínez

Enrique González Martínez (Guadalajara, Jalisco, México; 13 de abril de 1871 - México D.F.; 19 de febrero de 1952), poeta y diplomático mexicano, uno de los "siete dioses mayores de la lírica mexicana", en palabras del crítico Pedro Henríquez Ureña. Fue miembro de la generación del Ateneo de la Juventud y miembro fundador de El Colegio Nacional. Fue padre del poeta Enrique González Rojo y abuelo de la poetisa Ana Rosa González Matute, el escritor Salvador Elizondo es su sobrino nieto.En el año de 1893 se recibe de médico en la misma ciudad, en donde también publica algunos versos en revistas y periódicos. Al poco tiempo de recibirse fue nombrado profesor adjunto de fisiología en la Escuela de Medicina. Tras dos años de práctica profesional abandona su ciudad natal para dirigirse a Culiacán, Sinaloa. En 1903 aparece su primer libro Preludios.Con su tercer libro, Silenter, es recibido como miembro de la Academia Mexicana, pasando a radicar a la ciudad de México donde ingresa al Ateneo de la juventud del que llega a ser presidente (1912), funda la revista literaria Argos (1912) y se coloca como editorialista del diario El Imparcial.[1profesor de Literatura Francesa en la Escuela de Altos Estudios, jefe de clases de Literatura y Gramática, y profesor de Literatura Mexicana en la Escuela Nacional Preparatoria en el Distrito Federal. En 1917 al lado de otros grandes Literatos como Ramón López Velarde y Efrén Rebolledo dirige la revista Pegaso. Al ingresar al Servicio Exterior Mexicano en 1920 ocupó el puesto de ministro plenipotenciario de México en Chile, Argentina, España y Portugal entre los años 1920 y 1931, regresando después a México. Fue miembro del Liceo Altamirano. En 1944 recibió el Premio Nacional de Literatura "Ávila Camacho" y se publican sus Poesías Completas:

Sus poemas tienen gran distinción lingüística, profundidad filosófica y elegante sobriedad. Algunos de los más célebres son "A la que va conmigo", "Cuando sepas hallar una sonrisa", "Eran dos hermanas", "Busca en todas las cosas", "El sembrador de estrellas", "¿Te acuerdas de la tarde?", "Y pienso que la vida", "Por que ya mis tristezas", el ya citado "Tuércele el cuello al cisne" y "Yo voy alegremente" entre otros. Como traductor destaca la antología Jardines de Francia (México, 1915), que contiene versiones exactas de Maurice Maeterlinck, Verhaeren, Rodembach, Francis Jammes y otros.
A partir de la liberación de los datos de la Fundación Nobel,[3] de los nombres de las personas nominadas al Premio Nobel de Literatura dentro de los años comprendidos ente 1901 y 1950, se ha hecho público que el poeta Enrique González Martínez, estuvo nominado al citado galardón en el año de 1949, postulado por el también intelectual Antonio Castro Leal. Sin embargo, como es sabido, en dicho año el Premio Nobel de Literatura le fue otorgado al estadounidense William Faulkner. Enrique González Martínez falleció en la Ciudad de México el 19 de febrero de 1952, fue sepultado en la Rotonda de las Personas Ilustres.

"COMO HERMANA Y HERMANO"

Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano...

En la quietud de la pradera hay una
blanca y radiosa claridad de luna,
y el paisaje nocturno es tan risueño
que con ser realidad parece sueño.
De pronto, en un recodo del camino,
oímos un cantar... parece el trino
de un ave nunca oída
un canto de otro mundo y de otra vida...
¿Oyes? -me dices- y a mi rostro juntas
tus pupilas preñadas de preguntas.
la dulce calma de la noche es tanta
que se escuchan latir los corazones.
Yo te digo: no temas, hay canciones
que no sabremos nunca quién las canta.

Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano...

Besado por el soplo de la brisa,
el estanque cercano se divisa...
Bañándose en las ondas hay un astro;
un cisne alarga el cuello lentamente
como blanca serpiente
que saliera de un huevo de alabastro...
Mientras miras el agua silenciosa,
como un vuelo fugaz de mariposa
sientes sobre la nuca el cosquilleo,
la pasajera onda de un deseo,
el espasmo sutil, el calor-frío,
de un beso ardiente, cual si fuera mío...
Alzas a mí tu rostro amedrentado
y trémula murmuras: ¿me has besado?...
Tu breve mano oprime
mi mano; y yo a tu oído: ¿sabes?, esos
besos nunca sabrás quién los imprime...
Acaso, ni siquiera si son besos...

Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano...

En un desfalleciente desvarío,
tu rostro apoyas en el pecho mío,
y sientes resbalar sobre tu frente
una lágrima ardiente...
Me clavas tus pupilas soñadoras
y tiernamente me preguntas: ¿lloras?
Secos están mis ojos... Hasta el fondo
puedes mirar en ellos... Pero advierte
que hay lágrimas nocturnas - te respondo-
que no sabremos nunca quién las vierte.

Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano...
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Llama eterna

¿Qué brilla en tu mirar que el alma enciende
en la célica luz de un sol perdido?
¿Por qué en tu voz de tórtola mi oído
todo lo capta y todo lo comprende?

¿Qué místico mensaje se desprende
de tu silencio al corazón herido?
¿Qué efluvio de un instante ya vivido
en tu ritmo de gracia me sorprende?

Ausentes fuimos, pero nunca extraños.
Yo te debí de amar hace mil años
y agobiarte de idénticas preguntas.

Ayer perdida y recobrada ahora,
tras nueva ausencia y en lejana aurora
han de besarse nuestras almas juntas
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Busca en todas las cosas
un alma y un sentido...

Busca en todas las cosas un alma y un sentido
oculto; no te ciñas a la apariencia vana;
husmea, sigue el rastro de la verdad arcana,
escudriñante el ojo y aguzado el oído.

No seas como el necio, que al mirar la virgínea
imperfección del mármol que la arcilla aprisiona,
queda sordo a la entraña de la piedra, que entona
en recóndito ritmo la canción de la línea.

Ama todo lo grácil de la vida, la calma
de la flor que se mece, el color, el paisaje.
Ya sabrás poco a poco descifrar su lenguaje...
¡Oh divino coloquio de las cosas y el alma!

Hay en todos los seres una blanda sonrisa,
un dolor inefable o un misterio sombrío.
¿Sabes tú si son lágrimas las gotas de rocío?
¿Sabes tú qué secreto va contando la brisa?

Atan hebras sutiles a las cosas distantes;
al acento lejano corresponde otro acento.
¿Sabes tú donde lleva los suspiros el viento?
¿Sabes tú si son almas las estrellas errantes?

No desdeñes al pájaro de argentina garganta
que se queja en la tarde, que salmodia a la aurora.
Es un alma que canta y es un alma que llora...
¡Y sabrá por qué llora, y sabrá por qué canta!

Busca en todas las cosas el oculto sentido;
lo hallarás cuando logres comprender su lenguaje;
cuando sientas el alma colosal del paisaje
y los ayes lanzados por el árbol herido..
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Cuando sepas hallar una sonrisa...

Cuando sepas hallar una sonrisa
en la gota sutil que se rezuma
de las porosas piedras, en la bruma,
en el sol, en el ave y en la brisa;

cuando nada a tus ojos quede inerte,
ni informe, ni incoloro, ni lejano,
y penetres la vida y el arcano
del silencio, las sombras y la muerte;

cuando tiendas la vista a los diversos
rumbos del cosmos, y tu esfuerzo propio
sea como potente microscopio
que va hallando invisibles universos,

entonces en las flamas de la hoguera
de un amor infinito y sobrehumano,
como el santo de Asís, dirás hermano
al árbol, al celaje y a la fiera.

Sentirás en la inmensa muchedumbre
de seres y de cosas tu ser mismo;
serás todo pavor con el abismo
y serás todo orgullo con la cumbre.

Sacudirá tu amor el polvo infecto
que macula el blancor de la azucena,
bendecirás las márgenes de arena
y adorarás el vuelo del insecto;

y besarás el garfio del espino
y el sedeño ropaje de las dalias...
y quitarás piadoso tus sandalias
por no herir a las piedras del camino
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