viernes, 16 de abril de 2010

Poemas de Arturo Capdevila




Arturo Capdevila nació en Córdoba, en 1889, y murió en Buenos Aires, en 1967. Poeta, autor dramático, narrador, escribió incansablemente sobre temas históricos, literarios y científicos. En 1913 se doctoró en Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad Nacional de Córdoba, desempeñándose posteriormente allí como catedrático de Filosofía y Sociología y siendo al mismo tiempo magistrado, hasta 1922 en que se radica en la Capital Federal donde ejerció la docencia y desplegó una gran actividad en instituciones y academias. Es uno de los escritores más prolíficos de las letras argentinas.
Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en los años 1920, 1923 y 1931. La Sociedad Argentina de Escritores le otorgó el Gran Premio de Honor en 1949, en reconocimiento al libro de poemas "El Libro del Bosque".
Entre sus obras se destacan: en poesía: Jardines solos (1911); Velpámene (1912); El poema de Nenúfar (1915); El libro de la noche (1917); en teatro: La Sulamita (1916); El amor de Schahrazada (1918); Zincalí (1927); en novela: Arbaces, maestro de amor (1945); sus evocaciones en: Córdoba del recuerdo (1923); algunos cuentos como: La ciudad de los sueños (1925); escritos sobre temas idiomáticos: Babel y el castellano (1928); temas históricos: Las invasiones inglesas (1938), Historia de Dorrego (1949), El hombre de Guayaquil (1950); Nueva imagen de Juan Manuel de Rosas (1945), sobre literatura: Rubén Darío, "un bardo rei" (1946); Alfonsina: época, dolor y obra de la poetisa Alfonsina Storni (1948).

EN VANO
¡Cuánto verso de amor cantado en vano!
Oh, cómo el alma se me torna vieja
cuando me doy a recordar la añeja
historia absurda del ayer lejano.
¡Cuánto verso de amor gemido en vano!
Primero, fue el nectario y yo la abeja...
después mi corazón halló en tu reja
la amarga nieve que lo ha vuelto anciano.
¡Cuánto verso de amor perdido en vano!
- hoy están mis ventanas bien abiertas;
hay sol...hay muchas flores...y es verano...

EL QUE QUIERA LA PAZ.

El que quiera la Paz
El que quiera la paz en la muerte,
que la halle en la vida.
Sólo rige en la ley de la suerte
la propia medida.

El que quiera silencio en la tumba,
llévelo ganado.
En la muerte se alarga y retumba
lo que ya ha sonado.

El que quiera encender el abismo,
borrar el pecado,
ilumínese y sea lo mismo
que cielo estrellado.

El que quiera la gloria en el cielo,
¡hallar al Señor!
viva y muera vibrando de anhelo,
¡ardiendo en su amor!


MAGIA NEGRA

¡Atadla! ¡Desnudadla! ¡Suetadle
los brazos con la propia cabellera!
¡Sujetadle los puños por la espalda!
¡Cerradle el nudo con sus mismas trenzas!

Machacad entretanto en el mortero
hasta que polvo imperceptible sea,
la antigua pasta... ¡Machacad de modo
que en un polvo infernal cuaje la mezcla!

Mientras esto se cumple, vieja maga,
no olvides a las cómplices estrellas.
Yo cuidaré del trébede maldito,
donde el incienso que enbrujaste humea.

Y cuando tú lo mandes, profetisa,
yo mismo entre las carnes traicioneras,
le marcaré el tatuaje, poco a poco,
conforme al rito de la magia negra.

La hechizaremos con tan grave hechizo
que una roja locura la enceguezca,
y con los ojos ciegos, desolada
por infinito horror cruce la tierra.

De modo tal que el sacrilegio horrendo
que así me libra a la tieniebla eterna,
sea el crimen más cruel que hayas cumplido,
¡sacerdotisa de la magia negra!

Que así la amo y así por su pecado
pierdo el alma en las hórridas tinieblas...
¡Sacerdotisa!... Sí... Nada me digas...
¡Sé que el octavo círculo me espera!

Pues yo mejor que tú sé de tus artes,
y mucho más que tú sé de tu ciencia...
Por eso, por tus signos te lo juro:
¡Ay de ti si la cábala te yerra!

3 comentarios:

  1. En "Al que quiera la paz" falta una estrofa.

    El poema completo es

    XXVI

    El que quiera la paz en la muerte
    que la halle en la vida.
    Sólo rige en la ley de la suerte la propia medida.

    El que quiera silencio en la tumba
    llévelo ganado.
    En la muerte se alarga y retumba
    lo que ya ha sonado.

    El que quiera encender el abismo,
    borrar el pecado,
    ilumínese y sea lo mismo
    que cielo estrellado.

    El que quiera la gloria en el cielo,
    hallar al señor,
    viva y muera vibrando de anhelo,
    ardiendo en su amor.

    Pág.77, de "El Libro De La Noche", Arturo Capdevila, edición de agosto de 1946.

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  2. Arturo Capdevila tiene poemas más hermosos lean MELPÓMENE

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