jueves, 26 de agosto de 2010

NO TIENE IMPORTANCIA. PEDRO MIGUEL OBLIGADO

(Buenos Aires, 1892 - 1967) Escritor argentino. Se graduó en Derecho en 1916 y colaboró en periódicos de información general y en revistas literarias, entre ellas Martín Fierro, que inicia el movimiento de vanguardia en 1919. Autor polifacético, combinó la actividad literaria con la docencia como profesor de psicología y, a partir de 1938, con la presidencia de la Sociedad de Estudios Lingüísticos.

Escribió ensayos, guiones cinematográficos, traducciones y, sobre todo, poemas en los que se manifiesta la influencia tardía del romanticismo. Entre ellos cabe destacar Gris (1918), El ala de sombra (1920), La isla de los cantos (1930), Melancolía (1945) y Los altares (1959). De sus ensayos destacan La tristeza de Sancho (1927) y Qué es el verso (1957).

Esta pena mía
no tiene importancia.
Sólo es la tristeza de una melodía,
y el íntimo ensueño de alguna fragancia.

-Que todo se muere,
que la vida es triste,
que no vendrás nunca, por más que te espere,
pues ya no me quieres como me quisiste-.

No tiene importancia…
Yo soy razonable;
no puedo pedirte ni amor ni constancia:
¡si es mía la culpa de no ser variable!

¿Qué valen mis quejas
si no las escuchas;
y qué mis caricias, desde que las dejas,
quizá despreciadas porque fueron muchas?

¡Si esta pena mía
no es más que el ensueño de alguna fragancia,
no es más que la sombra de una melodía!
Ya ves que no tiene ninguna importancia…



MI CORAZON

Mi corazón, temblando, con latidos me dice:
-¿Por qué, por qué, me entregas al primero que pasa
y dejas que una mano ciega me martirice,
o me suelte lo mismo que si fuera una brasa?

¿Cómo no ves que nadie quiere llevar mi peso,
que nadie retribuye mi impávido cariño?
Me destrozan mis alas amorosas, y en eso
soy semejante a un pájaro que está en manos de un niño…

¡Si supieras!... Hay seres que me dan contra el suelo,
hay otros que me hielan, y otros se divierten…
Como soy tan confiado, causo mucho recelo;
Quienes mejor me tratan son los que no me advierten.

¿No sabes que padezco? ¿no sufres mi tristeza
desesperante y larga? ¡Si ya no puedo más!...
Aumenta mi infortunio, con mi delicadeza.
¿Por qué me das a todos, por qué, por qué me das?-

Siento en mí, cual gotera, su honda palpitación;
sus latidos son lágrimas que casi no contengo;
y le digo muy bajo: - Corazón, corazón,
yo te doy porque tú eres lo más bello que tengo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario