domingo, 21 de febrero de 2010

EXHUMACION. Augusto Ruz Espadas

De un oscuro rincón de mi escritorio
he sacado una caja carcomida,
ella contiene en su interior mortuorio
los más santos recuerdos de mi vida.
Y a la pálida lúz de una bujía
temblando de tristeza y de amargura
al evocar a la que fuera un día
objeto de mi dicha y mi ventura,
he profanado su interior sombrío
surgiendo de nuevo ante mis ojos
llenos de polvo y humedad, Dios mío¡
de mi cariño muerto, los despojos.

He visto como en un jirón del día
su cabellera de color oro,
recuerdo que al cortársela decía:
"comprendes si te quiero, si te adoro,
si soy tu esclava, si tan solo ansío
calmar tu pena y enjugar tu lloro
y por serte agradable ídolo mío
te he regalado mi mayor tesoro"

He sacado después, muy amarillas,
como negros fantasmas del olvido
las humildes y hermosas florecillas
que adornaban su seno estremecido;
cuando detrás de una pintada reja
y aspirando el aroma de las flores
yo le decía en amorosa queja
que era el único amor de mis amores.

Y he sacado después una cartera
donde guardo sus cartas amorosas
y he leído una sola, la postrera,
tan llena de quejas angustiosas.
Me dice en esa carta: "Dueño mío
que tú ya me olvidaste, me lo dice
ese silencio indiferente y frío
que observas para conmigo,¿Que te hice?
¿no te conmueve la tristeza mía?
¿no te llama a piedad mi amargo llanto?
¿no sientes compasión por tu María
que te ha querido y te quiere tanto?
Si supieras que triste estoy ahora
ya no brilla aquel sol de primavera,
ya no canta la brisa gemidora
ni hay naranjos en flor en la pradera.
Los días son amargos y las noches
tan negras y sombrías cual mi duelo,
las flores ya no abren delicados broches
ni fulguran los astros en el cielo.
Todo está triste porque no me quieres
todo está triste porque me has dejado,
amor, juventud, dicha, placeres,
han muerto para mí ¡dueño adorado!
Podrá escucharse el arpegio de las aves
se aspirará el aroma de las rosas
florecerán de nuevo los trigales
y otra vez volverán las mariposas,
pero aquellas mañanas deliciosas
en que sentados sobre aquella roca
yo desfloraba entre tus manos rosas
y tu besabas con pasión mi boca;
Esas no volverán !amado mío¡
!como no volverán mis ilusiones¡

Pero !basta¡ , adiós y si inconciente
he turbado tus sueños de ventura
haciendo desfilar en tu mente
el cuadro de mi horrenda desventura,
no te enfades por eso bien amado
y en nombre de tu vida, que es la mía,
te ruego con el pecho acongojado
!que no olvides jamás a tu María¡"

Algún tiempo después de recibida
esta postrera carta de María,
me conduje decidido un día
al caro suelo que la vió nacer;
y supe entonces con pesar profundo
que, enferma de tristeza y amargura
aquella que me quiso con locura
se fué del mundo para no volver.
y al dejar de nuevo aquella tierra
cuna y sepulcro de la bien querida,
quise darle mi eterna despedida
al ángel que me quiso con exceso,
me encaminé al solitario camposanto
y me arrodillé ante la tumba fría
que guardara los restos de María
!poniendo en ella un amoroso beso¡

!oh María¡ pobre vírgen inmolada
en aras de un amor sublime y santo,
al evocar tu vida malograda
vierten mis ojos ardoroso llanto;
yo fuí injusto contigo, no lo niego,
más, si es cierto que mi desvío
calcinó tu existencia con el fuego
del abandono y el olvido mío;
cierto es también que una azarosa vida
el destino fatal me ha deparado,
voy como nave sin timón, perdida
en medio del océano alborotado.

!Oh María, María, Vírgen pura¡
si aún conservas tu gran ternura
para aquel que adoraste aquí en la tierra,
ten piedad de mi alma adolorida
que sufre el dolor del rudo yugo,
mi abandona y mi crueldad olvida
y perdona !oh María¡ a tu verdugo.

Languidecen los astros en el cielo
se discipan las sombras, surge el día,
mi alma exclama en mi desvelo
! adiós mi muerto amor, adiós María¡
y tiritando de pavura y de frío
he tornado a guardar la carcomida
caja, que encierra en su interior sombrío
!Los más santos recuerdos de mi vida¡

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