domingo, 28 de marzo de 2010

A Una Ramera y Otros poemas de Antonio Plaza



Poeta mexicano nacido en Apaseo el Grande, Guanajuato, en 1833.
Estudió Jurisprudencia en Ciudad de México, convirtiéndose en un apasionado luchador político y defensor
de ideas liberales plasmadas en columnas de El Horóscopo, La Idea, El Constitucional, La Luz de los Libres
y muchas otras publicaciones de la época.
Alternó la actividad periodística con la poesía y a pesar de que no tuvo oportunidad de estudiar los grandes maestros,
dejó una reconocida obra literaria.
En 1862, siendo Teniente Coronel, asistió a las campañas de Querétaro, retirándose luego en 1868 debido a las heridas
sufridas en batalla.
En 1882, resignado y pobre murió dejando en la indigencia a sus tres hijos. ©

"A una Ramera"
I
Mujer preciosa para el bien nacida,
mujer preciosa por mi mal hallada,
perla del solio del Señor caída
y en albañal inmundo sepultada;
cándida rosa en el Edén crecida
y por manos infames deshojadas;
cisne de cuello alabastrino y blando
en indecente bacanal cantando.

II
Objeto vil de mi pasión sublime,
ramera infame a quien el alma adora
¿Por qué ese Dios ha colocado, dime,
el candor en tu faz engañadora?
¿Por qué el reflejo de su gloria imprime
en tu dulce mirar? ¿Por qué atesora
hechizos mil en tu redondo seno,
si hay en tu corazón lodo y veneno?

III
Copa de bendición de llanto llena,
do el crimen su ponzoña ha derramado;
ángel que el cielo abandonó sin pena,
y en brazos del demonio se ha entregado;
mujer más pura que la luz serena,
más negra que la sombra del pecado,
oye y perdona si al cantarte lloro,
porque, ángel o demonio, yo te adoro.

IV
Por la senda del mundo yo vagaba
indiferente en medio de los seres;
de la virtud y el vicio me burlaba;
me reí del amor de las mujeres,
que amar a una mujer nunca pensaba;
y hastiado de pesares y placeres
siempre vivió con el amor en guerra
mi ya cansado corazón de tierra.

V
Pero te vi... te vi... ¡Maldita hora
en que te vi, mujer! Dejaste herida
mi alma que te adora, como adora
el alma que de un llanto está nutrida;
horrible sufrimiento me devora,
que hiciste la desgracia de mi vida
mas dolor tan intenso, tan profundo,
no lo cambio, mujer, por todo un mundo.

VI
¿Eres demonio que arrojó el infierno
para abrirme una herida mal cerrada?
¿Eres el ángel que mandó el Eterno
a velar mi existencia infortunada?
¿Este amor, tan ardiente, tan interno,
me enaltece, mujer, o me degrada?
No lo sé... no lo sé... yo pierdo el juicio.
¿Eres el vicio tú?... ¡Adoro el vicio!

VII
¡Amame tú también! Seré tu esclavo,
tu pobre perro que doquier te siga;
seré feliz si con mi sangre lavo
tu huella, aunque al seguirte me persiga
ridículo y deshonra; al cabo , al cabo,
nada me importa lo que el mundo diga
nada me importa tu manchada historia
si a través de tus ojos veo la gloria.

VIII
Yo mendigo mujer y tú ramera
descalzos por el mundo marcharemos;
que el mundo nos desprecie cuanto quiera
en nuestro amor un mundo encontraremos;
y si horrible miseria nos espera
ni de un rey por el trono la daremos,
que cubiertos de andrajos asquerosos
dos corazones latirán dichosos.

IX
Un calvario maldito hallé en la vida
en el que mis creencias expiraron,
y al abrirme los hombros una herida
de odio profundo el alma llenaron;
por eso el alma de rencor henchida
odia lo que ellos aman, lo que amaron,
y a ti sola mujer, a ti yo te entrego
todo ese amor que a los mortales niego.

X
Porque nací, mujer, para adorarte
y la vida sin ti me es fastidiosa,
que mi único placer es complacerte.
Aunque tú halles mi pasióm odiosa,
yo, nunca, nunca, dejaré de amarte.
Ojalá que tuviera alguna cosa
más que la vida y el honor, más cara
y por ti sin violencia la inmolara.

XI
Sólo tengo una madre, ¡me ama tanto!
sus pechos mi niñez amamantaron,
y mi sed apagó su tierno llanto
y sus vigilias hombre me formaron;
a ese ángel para mí tan santo,
última fe de creencias que pasaron,
a ese ángel de bondad, ¡quién lo creyera!
¡olvido por tu amor... loca ramera!

XII
Sé que tu amor no me dará placeres
sé que burlas mis grandes sacrificios;
eres tú la más vil de las mujeres;
conozco tu maldad, tus artificios;
pero te amo, mujer, te amo como eres;
amo tu perversión, amo tus vicios;
y aunque maldigo el fuego en que me inflamo,
mientras más vil te encuentro más te amo.

XIII
Quiero besar tu planta a cada instante,
morir contigo de placer beodo;
porque es tuya mi mente delirante,
hoy me siento por ti capaz de todo;
por ti será mi corazón do imperas;
virtuoso, criminal, lo que tú quieras.

XIV
Yo me siento con fuerza muy sobrada,
y hasta un niño me vence sin empeño.
¿Soy águila que duerme encadenada
o vil gusano que titán me sueño?
Yo no sé si soy mucho o no soy nada;
si soy átomo grande o dios pequeño;
pero gusano o dios, débil o fuerte,
sólo sé que soy tuyo hasta la muerte.

XV
No me importa lo que eres, lo que has sido,
porque en vez de razón para juzgarte,
yo sólo tengo de ternura henchido
gigante corazón para adorarte.
Seré tu redención, seré tu olvido,
y de ese fango vil vendré a sacarte,
que si los vicios en tu ser se imprimen
mi pasión es más grande que tu crimen.

XVI
Es tu amor nada más lo que ambiciono,
con tu imagen soñando me desvelo,
de tu voz con el eco me emociono;
y por darte la dicha que yo anhelo
si fuera rey te regalara un trono,
si fuera Dios, te regalara el cielo;
y si Dios de ese Dios tan grande fuera,
a tus pies me arrojara, ¡vil ramera!
--------

"Flor de un día"

Yo di un eterno adiós a los placeres
cuando la pena doblegó mi frente,
y me soñé, mujer, indiferente
al estúpido amor de las mujeres.

En mi orgullo insensato yo creía
que estaba el mundo para mí desierto,
y que en lugar de corazón tenía
una insensible lápida de muerto.

Mas despertaste tú mis ilusiones
con embusteras frases de cariño,
y dejaron su tumba las pasiones
y te entregué mi corazón de niño.

No extraño que quisieras provocarme,
ni extraño que lograras encenderme;
porque fuiste capaz de sospecharme,
pero no eres capaz de comprenderme.

¿Me encendiste en amor con tus encantos,
porque nací con alma de coplero,
y buscaste el incienso de mis cantos?...
¿Me crees, por ventura, pebetero?

No esperes ya que tu piedad implore,
volviendo con mi amor a importunarte;
aunque rendido el corazón te adore,
el orgullo me ordena abandonarte.

Yo seguiré con mi penar impío,
mientras que gozas envidiable calma;
tú me dejas la duda y el vacío,
y yo en cambio, mujer, te dejo el alma.

Porque eterno será mi amor profundo,
que en ti pienso constante y desgraciado,
como piensa en la gloria el condenado,
como piensa en la vida el moribundo.
-------------------

"No te olvido"

¿Y temes que otro amor mi amor destruya?
Qué mal conoces lo que pasa en mí;
no tengo más que un alma, que es ya tuya,
y un solo corazón, que ya te di.

¿Y temes que placeres borrascosos
arranquen ¡ay! del corazón la fe?
Para mí los placeres son odiosos;
en ti pensar es todo mi placer.

Aquí abundan mujeres deslumbrantes,
reinas que esclavas de la moda son,
y ataviadas de sedas y brillantes,
sus ojos queman, como quema el sol.

De esas bellas fascinan los hechizos,
néctar manan sus labios de carmín;
mas con su arte y su lujo y sus postizos,
ninguna puede compararse a ti.

A pesar de su grande poderío,
carecen de tus gracias y virtud,
y todas ellas juntas, ángel mío,
valer no pueden lo que vales tú.

Es tan ingente tu sin par pureza,
y tan ingente tu hermosura es,
que alzar puede su templo la belleza
con el polvo que oprimes con tus pies.

Con razón me consume negro hastío
desde que te hallas tú lejos de aquí,
y con razón el pensamiento mío
sólo tiene memoria para ti.

Yo pienso en ti con ardoroso empeño,
y siempre miro tu divina faz,
y pronuncio tu nombre cuando sueño,
y pronuncio tu nombre al despertar.

Si del vaivén del mundo me retiro,
y ávido de estudiar quiero leer,
entre las letras ¡ay! tu imagen miro,
tu linda imagen de mi vida ser.

Late por ti mi corazón de fuego,
te necesito como el alma a Dios;
eres la virgen que idolatro ciego;
eres la gloria con que sueño yo.
---------------

"A una actriz"

Intérprete feliz del pensamiento.
ángel que brillas en la gloria humana,
ciñéndole a tu frente soberana
la espléndida corona del talento.

Heroína del noble sentimiento,
no me admira el laurel que te engalana;
porque sé que en la tierra mexicana
el genio tiene su mejor asiento.

Sigue de gloria con tu sueño santo
y conquista renombre sin segundo
en la futura edad, que yo entretanto,

al aplaudirte con afán profundo,
diré orgulloso en atrevido canto:
nada envidias, ¡oh patria!, al Viejo Mundo.

1 comentario:

  1. La poesía es arte en su mayor expresión y Antonio Plaza era un verdadero artista...

    ResponderEliminar